Estaba en la recepción del hotel y no tenía pelas, ---Hola te puedo ayudar? – si, de casualidad sabes donde puedo cambiar dinero? – cambiar dinero? – si necesito cambiar unas libras – ah! a la vuelta del hotel hay una caisha, sal por esa puerta, camina a la izquierda y ahí está – una que? – una caisha...una caja – caja? – si – no, no, no necesito un cajero, necesito un banco o algo asi – en la caja te cambian tu dinero – en la caja? – si --- Pensaba que como era posible que en un cajero automático pudiera cambiar dinero, quizás en Europa eran diferentes a los de México y aquí se podían hacer toda clase de transacciones? --- entonces donde dice que está el cajero? – la caja?... salga, camine a la izquierda y la encontrará a la vuelta – ok... muchas gracias – de nada, adiós– hasta luego ---
Salí del hotel y empecé a caminar, era un día caluroso, ni una nube en el cielo, olía a mar, llego a la esquina y veo un banco y dos cajeros automáticos afuera del banco, me acerco a los cajeros, se veían normalitos, igual que los de México, pensaba que si tendría que utilizar mi tarjeta bancaria para hacer la transacción, pero en ese momento las puertas del banco abrieron y salió una señora, al ver esto, me acerco a los cristales del banco, eran de esos obscuros, de los que no dejan ver que hay dentro a menos que uno se acerque, había gente, había filas, me pongo a pensar porque la recepcionista me dijo que había nadamás un cajero y no un banco, entro al banco y vi a una señorita que me sonrió --- Hola... le puedo ayudar? – si, necesito cambiar dinero y me dijeron que en el cajero de afuera podía hacerlo, pero pues no sé como usarlo --- La señorita se me quedó viendo como pensando y digiriendo lo que le decía --- necesita cambiar dinero? – si – ah puede formarse en esa fila, ahí le cambian – ahh perfecto, gracias – de nada ---
Me formo en la fila y paso con el cajero cuando llega mi turno, un hombre calvo con lentes y como de dos días sin rasurar --- hola – hola, me puede cambiar cien libras por favor? --- El hombre calvo con lentes y como de dos días sin rasurar, agarra mis dos billetes de cincuenta libras y teclea varias veces en la computadora, abre un cajón y me da el cambio junto con un recibo --- gracias --- Tomo mi dinero, el hombre solo se me queda viendo y no dice nada, tiene cara de aburrimiento.
Voy a la salida y la señorita de la entrada que yo creo también estaba aburrida porque no había mucha gente, me ve y me sonríe de nuevo --- pudo cambiar su dinero? – si, muchas gracias – de nada, adiós – hasta luego ---
Salgo y se siente el calor bien cabrón, me dan ganas de quedarme en el banco, estaba el aire acondicionado al máximo, huele a mar, camino de nuevo en dirección hacia el hotel, pensando porque la recepcionista no me había dicho que había un banco, que cabrona es pienso. Volteo hacia arriba, al letrero del banco, una letras grandototas: La Caixa. Que güey! Pienso.
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