Wednesday, April 09, 2008

Desayuno

Me despertó la luz de la mañana, no había cerrado las cortinas, la cama king size estaba tan suavecita y no se diga el duvet, además de que no se escuchaba ningún ruido. La primera cosa que hice fue checar la vista por la ventana, era un día brumoso, la garúa estaba ahí, como la mayoría de los días limeños, esa niebla del mar que cubría toda la costa y que hacía que todo pareciese nublado, pero no, ahí estaba el sol. Había muchos edificios y casonas, abajo las calles se veían con gente y coches, mucho bullicio, pero mi cuarto era silencio absoluto.

Prendí la tele y empecé a escanear los canales, me acuerdo que dí con el weather channel Latinoamérica, CNN en español y el canal de las estrellas. La cara de Guillermo Ortega estaba en la pantalla, lo dejé ahí un rato mientras me arreglaba, no me interesaron mucho los canales locales.

Me bañé y lo primero que noté era que el agua olía diferente, tenía un olor especial, como a mar. Terminé y me vestí. El noticiero de televisa seguía en la tele, hablaban de alguna pendejada del mundo de los espectáculos. Observaba de nuevo el barrio de Miraflores por la ventana, desayunaría y exploraría un rato la zona. Quedé de pasar a medio día a la oficina, que quedaba en el Callao, conocería a uno de los gerentes, después en la tarde me quedaría de ver con Claudia, una chica que estudiaba turismo y que trabajaba en una agencia de viajes, me caería como anillo al dedo, si quería viajar siempre hablaba con ella y me organizaba todo, comería con ella y en la tarde partiría hacia la selva. Quería conocer el centro de Lima, pero no estaba seguro si me daría tiempo, estaría ocupado todo el día y me había levantado tarde.

Apagué la tele y salí de mi cuarto. Me dirigí a los elevadores. Me quedaba en el Hotel El Pardo, tenía once pisos, era moderno y estaba muy limpio, quedaba en Jirón Independencia, en el mero centro de Miraflores, cerquísima del Parque Kennedy y del Larcomar. Llegué a la recepción y pregunté donde servían el desayuno. Me dirigí al restaurant, había gente muy arreglada, hombres con camisa y corbata, mujeres con trajes sastre, algunos leían El Comercio, otros masticaban en sus pensamientos, yo iba de jeans y un polo azul y unos tenis, que huevas me ví, me sentí un poco fuera de lugar por un momento --- Hola Buenas días... desayuno para uno? – si por favor – su cuarto? – mm es... a ver... --- Buscaba el papelito que me habían dado cuando me registré --- el número de su cuarto está en su llave – ahh... es 503 --- Había varias señoritas, todas paradas, vestían de una falda de color mamey entallada, camisa blanca entallada y un chalequito entallado como de flores, me atendía Juana, tenía su nombre en una plaquita colocada sobre su pecho --- quiere su desayuno en la terraza? --- La terraza era afuera en la calle, parecía un café parisino cualquiera --- si, porque no! – por aquí, sígame --- La señorita Juana me señaló una mesa y me senté --- quiere café? – no...pero tiene jugos? – jugos? – si ... jugo de naranja o algo así? – ah! los refrescos están en esa esquina, el desayuno es buffet, puede servirse allá, los platos están debajo de esa bandeja – ahh! perfecto – cualquier cosa que necesite estaré aquí – perfecto gracias --- me paré y me serví un vaso de jugo de naranja, no sé porque la señorita Juana me había dicho que sólo había refrescos, de hecho cuando me dijo, no se me antojó mucho la idea de tomarme una mirinda a esas horas. Desayuné huevos y tocino, el clima estaba fresquito, me dio un poco de frijol el estar en la terraza, se veía gente en la calle y coches, ruidos de claxons, olía a mar --- hola todo bien? --- Juana estaba parada a mi lado, sonriente y con un garrafón de café en su mano --- si todo bien gracias --- Juana era alta y delgada, de piel color canela, tendría unos veinte años, su cabello lo tenía pintado de una tonalidad castaña, la falda entallada de color mamey, hacía resaltar su culito paradito --- no eres de por aquí verdad? – no, no, soy de México – ahh México, que bonito! Y llegaste ayer? – si, ayer por la noche... oye no tendrás tortillas verdad? – tortillas? – olvídalo... sabes donde hay pan? – pan por allá... pero ahora te lo traigo --- Juana me trajo dos especies de bolillos --- y vas a estar mucho tiempo acá? – bueno en Perú sí, bastante tiempo, pero en Lima sólo hoy... salgo por la tarde para Pucallpa – Pucallpa? – si... conoces? – no, yo soy de la sierra, de un lugar que se llama Arequipa... vas a tener que cuidarte de las charapas! --- me la quedé viendo, el taxista que me había llevado al hotel la noche anterior me había dicho lo mismo --- si sabes que son las charapas? – sí, justo ayer me estaban comentando algo así – eres soltero o dejaste a una mexicana en tu tierra – soltero – pues más cuidado debes tener... las charapas tiene fama de caza hombres – jaja – en serio --- esperame un momentito --- La señorita Juana se fue a una de las mesas donde acababa de llegar un fulano y le fué a servir café, al terminar regresó a mi lado, con el garrafón de café en su mano --- entonces no conoces Lima? – no, si me da tiempo, quizás me dé una vuelta por el centro al rato - pues si regresas a Lima, me dices y salimos para enseñarte y damos una vuelta – claro que sí, no sé cuando regrese pero sí – muy bien... bueno voy a estar por aquí cualquier otra cosa que se te ofrezca me dices --- La señorita Juana se fué a parar con sus demás compañeras, esperando a que algún comensal llegara. Cuchicheaban y reían entre ellas.

Acabaría mi desayuno y daría una vuelta por Miraflores. Más tarde entraría a una librería y compraría un libro llamado “Guía Inca del Perú”. Me levanté y me dirigí a la salida, Juana se acercó y me dió una servilleta --- Mira, anoté mi teléfono en este papelito, si regresas a Lima llámame y salimos, por cierto me llamo Juana– ahh gracias, yo me llamo Pantaleón – bueno Pantaleón, no olvides llamarme si regresas y cuídate de las charapas – ok, lo haré, gracias --- Me desconcertó su comentario sobre las charapas, pero al mismo tiempo pensaba que las mujeres de estas tierras sudamericanas eran muy aventadas, muy amistosas así nomás, quizá era la costumbre local.

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